Verga muy ancha, la de Luis
Verga muy ancha, la de Luis
Me dijo que ya regresaba. A los pocos minutos lo tenía nuevamente en la oficina y me dijo que fuéramos al depósito. Una vez en él, enseguida me dirigí a su entrepierna con ambas manos para tener en ellas aquel bulto, e inmediatamente aflojé sus ropas para verlo. No podía creer lo que veía. Era un miembro descomunal –recuerda que por entonces yo tenía 13 ó 14 años. Era un pene grueso, venoso, con una cabeza de un color rojo oscuro, más grande que el resto del cuerpo peneano que yo calculo ahora era de casi 20 cms. Yo lo acariciaba, aunque él quería que me lo introdujera en mi boca. Me agaché e intenté colocarlo en ella, pero era tan ancha y tan grande la cabeza de su pene que me costó ensanchar mis finos labios para mamar aquella verga.
Cuando se calmó, le bajé el calzoncillo para
mantener más cómodamente su sexo dentro de mi boca y todo el tiempo que pude;
luego lentamente lo fui retirando mientras besaba sus testículos buscando
resabios de aquél jugo caliente que podía haber descendido hasta ellos.
Nós descemos os dois e ele se sentou em um dos degraus daquela escada. Ele desabotoou os botões de suas calças e entre o buraco da cueca puxou seu pênis. Eu me inclinei sobre ela e a coloquei na boca. Ele a apresentou por um momento e a levou para respirar. Ele repetiu a operação várias vezes, até que um deles, Luis agarrou minha cabeça freneticamente para depósito na minha boca todo o seu esperma, acompanhada por espasmos que o fizeram se contorcer de prazer inclinando-se para trás e lamentar animadamente.
Ilustração: GayPepper.brasil
Otro de los muchachos con el que tuve unos pocos
encuentros calientes, fue Luis. De unos 25 años, alto, buen mozo, boca ancha, cejas
y labios gruesos, pelo lacio castaño y de cuerpo delgado. Tan delgado y
espigado era, aunque con sus músculos abdominales bien marcados que comencé a
admirar.
No sé si fue a raíz de un comentario que le hizo
Tucho –su compañero de trabajo en aquella sección de tornería- o fue el
destino. Lo cierto es que un día Luis entró a la administración como cualquier
otro empleado que iba a buscar alguna herramienta o material que en aquel lugar
estaba guardado.
Se colocó a mi lado; lo tenía casi a mi espalda
viendo qué era lo que yo escribía. No era su curiosidad enterarse de lo que yo
hacía, sino su interés fue acercarse poco a poco hasta apoyar su cuerpo sobre
el mío; precisamente, a su miembro casi erecto -que le hacía un bulto notable
en su pantalón- lo frotaba sobre mi hombro.
Con mi codo acaricié parte de su entrepierna, y
aquél bulto pareció levantarse como un resorte. Se puso rígido y derecho, tanto
que tuvo que colocarlo hacia abajo y al costado izquierdo para disimular su
excitación.
Me dijo que ya regresaba. A los pocos minutos lo tenía nuevamente en la oficina y me dijo que fuéramos al depósito. Una vez en él, enseguida me dirigí a su entrepierna con ambas manos para tener en ellas aquel bulto, e inmediatamente aflojé sus ropas para verlo. No podía creer lo que veía. Era un miembro descomunal –recuerda que por entonces yo tenía 13 ó 14 años. Era un pene grueso, venoso, con una cabeza de un color rojo oscuro, más grande que el resto del cuerpo peneano que yo calculo ahora era de casi 20 cms. Yo lo acariciaba, aunque él quería que me lo introdujera en mi boca. Me agaché e intenté colocarlo en ella, pero era tan ancha y tan grande la cabeza de su pene que me costó ensanchar mis finos labios para mamar aquella verga.
Ambos estábamos excitadísimos. Yo en vano quería
menearlo con mi boca, pero me costaba mucho, así que lo hacía con mis manos y
mi lengua se paseaba por su cabeza lubricada.
El me avisó que iba a acabar sosteniendo firmemente
mi cabeza hacia su tronco. Casi no podía respirar. Su pene golpeaba una y otra
vez con mis labios hasta que sentí correr dentro de mi boca su leche caliente,
producto de los cinco o seis chorros de aquel líquido que por momentos me supo
agridulce.
No le pasó la excitación a Luis. Después de haber
acabado, su miembro continuaba erecto y yo aprovechaba para succionarlo casi
con desesperación. Es que nunca había visto, ni en fotos de revistas que por
entonces eran prohibidas, un miembro tan grande como ese.
Luis se fue calmando poco a poco, las últimas
gotitas de semen que quedaban en su conducto las fui lamiendo y tragando,
mientras su pene comenzaba a ablandarse, pero no tanto como se podía esperar.
Fue un momento de locura y calentura que hasta el día de hoy lo recuerdo con
placer.
Otro momento de regocijante placer junto a Luis,
fue el que tuvimos una tardecita, casi al anochecer. Él estaba haciendo horas
extras solo. Mientras la máquina-herramienta en la que trabajaba continuaba
haciendo la tarea en automático, me dijo que fuéramos al sótano. Un pequeño
habitáculo de dos metros de ancho por dos de largo y casi dos metros de altura,
al cual se le accedía por una escalera de hierro redondo. No había luz, sólo el
reflejo de las luces del gran galpón donde estaba la tornería de aquella
fábrica.
Descendimos los dos y él se acomodó sentándose en
uno de los escalones de aquella escalera. Desprendió los botones de su pantalón
y entre el agujero del calzoncillo sacó su polla gruesa. Me incliné sobre ella y la
introduje en mi boca. La introducía por unos instantes y la sacaba para tomar
aire. Volvía a repetir la operación en varias oportunidades, hasta que en una
de ellas, Luis me sujetó la cabeza para depositar frenéticamente en mi boca
todo su esperma, acompañándose de espasmos que lo hacían retorcerse de placer
echándose hacia atrás y gemir excitadamente.
Yo también había acabado y mojado mi slip y
pantalón, producto de semejante calentura. Nos acomodamos la ropa y subimos
para regresar al taller.
No recuerdo haber repetido con Luis muchas de estas
aventuras. Al poco tiempo se casó y con ello las exigencias de una vida en
pareja fueron desactivando nuestros encuentros.
Hasta la próxima!!!
Eros Garoto
(en portugués)
Um pau muito grosso, Luis's
Outro cara com quem eu tive alguns encontros
quentes foi o Luis. Com cerca de 25 anos, alta, boa aparência, sobrancelhas
grossas, boca larga e lábios grossos, cabelos castanhos lisos e corpo magro.
Tão magro e esguio eu era, embora com seus músculos abdominais bem marcados que
comecei a admirar.
Eu não sei se foi como resultado de um comentário
feito por Tucho - seu colega de trabalho naquela seção da Turnery - ou era o
destino. O certo é que um dia Luis entrou na administração como qualquer outro
funcionário que ia procurar alguma ferramenta ou material que naquele lugar
fosse mantido.
Ele ficou ao meu lado; Eu tive quase atrás de mim,
vendo o que eu escrevi. Não foi sua curiosidade descobrir o que eu estava
fazendo, mas seu interesse era aproximar-se pouco a pouco até que ele apoiasse
seu corpo no meu; precisamente, seu membro quase ereto - que fez uma protuberância
notável em suas calças - esfregou-o por cima do meu ombro.
Com o cotovelo, acariciei parte de sua virilha, e
esse caroço pareceu erguer-se como uma mola. Ele ficou rígido e reto, tanto que
teve que colocá-lo no lado esquerdo para esconder sua excitação.
Ele me disse que voltaria. Alguns minutos depois,
eu o trouxe de volta ao escritório e ele me disse para ir ao armazém. Uma vez
dentro, imediatamente fui para a sua virilha com as duas mãos para ter aquela
protuberância, e imediatamente afrouxei suas roupas para ver. Eu não pude
acreditar no que vi. Ele era um grande membro - lembre-se que naquela época eu
tinha 13 ou 14 anos de idade. Era um penis grosso, venoso, com uma cabeça
de uma cor vermelha escura, maior que o resto do corpo de pênis que eu calculo
agora era quase 20 cms. Eu o acariciava, embora ele quisesse que eu colocasse
na minha boca. Eu me abaixei e tentei colocá-lo sobre ela, mas a cabeça de seu
pênis era tão larga e tão grande que me levou a ampliar meus lábios finos para
sugar aquele pau.
Nós dois estávamos excitados. Eu em vão queria
sacudir com a boca, mas isso me custou muito, então eu fiz isso com minhas mãos
e minha língua andou em torno de sua cabeça lubrificada.
Ele me avisou que acabaria segurando minha cabeça
firmemente em seu tronco. Eu mal conseguia respirar. Seu pau bateu de novo e de
novo com meus lábios até que senti meu leite quente correndo dentro da minha
boca, produto dos cinco ou seis jatos daquele líquido que às vezes me davam um
sabor amargo.
Não aconteceu a emoção a Luis. Depois de ter
terminado, seu membro continuou ereto e eu costumava chupá-lo quase com
desespero. É que eu nunca tinha visto, ou em fotos de revistas que eram
proibidas na época, um membro tão grande quanto isso.
Luis gradualmente se acalmou, as últimas gotículas
de sêmen deixadas em seu ducto foram lambidas e engolidas, enquanto seu pênis
começou a amolecer, mas não tanto quanto se poderia esperar. Foi um momento de
loucura e febre que até hoje me lembro com prazer.
Outro momento de prazer emocionante com Luis, foi o
que tivemos uma tarde, quase ao anoitecer. Ele estava fazendo horas extras
sozinho. Enquanto a máquina operatriz na qual eu trabalhava continuava a fazer
a tarefa em automático, ele me disse para ir ao porão. Uma cabana pequena de
dois metros de largura por dois de comprimento e quase dois metros de altura,
que era acessada por uma escada redonda de ferro. Não havia luz, apenas o
reflexo das luzes do grande galpão onde ficava a fábrica daquela fábrica.
Nós descemos os dois e ele se sentou em um dos degraus daquela escada. Ele desabotoou os botões de suas calças e entre o buraco da cueca puxou seu pênis. Eu me inclinei sobre ela e a coloquei na boca. Ele a apresentou por um momento e a levou para respirar. Ele repetiu a operação várias vezes, até que um deles, Luis agarrou minha cabeça freneticamente para depósito na minha boca todo o seu esperma, acompanhada por espasmos que o fizeram se contorcer de prazer inclinando-se para trás e lamentar animadamente.
Quando ele se acalmou, eu puxei sua cueca para
baixo para manter seu sexo mais confortavelmente na minha boca e enquanto eu
podia; Então, lentamente, retirei-a enquanto beijava seus testículos procurando
por restos daquele suco quente que poderia ter descido até eles.
Eu também tinha terminado e molhei meu deslizamento
e calças, produto de tal febre. Arrumamos nossas roupas e subimos para voltar
ao ateliê.
Não me lembro de ter repetido muitas dessas
aventuras com Luis. Depois de pouco tempo ele se casou e com isso as exigências
de uma vida como casal foram desativando nossas reuniões.
Até a próxima!!!
Eros Garoto
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