El orientalito

El orientalito

Aquella mañana yo regresaba de efectuar unos trámites en el centro de la ciudad. Casi llegando a mi casa me encuentro de frente con un muchacho al que conocí meses atrás en un ocasional encuentro en un establecimiento sanitario. En aquella ocasión aguardaba ser atendido -junto a su esposa y su hijo- por un profesional del hospital.

     Casi sin detenerse me preguntó si podía ir a mi casa en ese momento. Yo le dije que sí. A los pocos minutos él ingresó a mi domicilio.

     José -tal el nombre de este muchacho- estaba bastante "alegre". Me confesó que había pasado la noche con sus amigos, tomando mucho vino y divirtiéndose a su manera, porque su esposa había ido a trabajar a un pueblo vecino el día anterior. Entonces él aprovechó para hacer uso de la libertad que disfrutó en su soltería.

     Como en realidad no me gusta tener relaciones sexuales con una persona que huele a alcohol y mucho menos a tabaco, lo invité a darse una ducha, con la esperanza de que los minutos que podían transcurrir debajo de la lluvia de agua fresca mejorara considerablemente su estado. De todas maneras, parecía bastante consciente de lo que hacía.

     Sin perder tiempo se quitó la ropa, se desnudó completamente y se colocó debajo de la ducha. Una vez en ella, yo entré al mismo recinto y comencé a enjabonarlo. Allí José me comentó que hacía mucho tiempo que deseaba venir a visitarme, pero los compromisos familiares le impidieron hacerlo; por fin llego el momento al ausentarse su esposa, y lo aprovechó.

     José es de estatura baja, con esfuerzo llegaría al metro sesenta y cinco, de contextura robusta, propia de un boxeador, de espaldas anchas, rellena, musculatura acorde a una persona que realiza trabajos pesados, fuertes brazos y piernas firmes como columnas. Lampiño en el cuerpo y velludo en su pelvis y piernas. Sus tetillas eran grandes aureolas moradas con punta que provocaban en mi muchas ganas de succionarlas.

     Mi visitante me dijo que tenía muchas ganas de estar conmigo. Quería cojerme y, si yo accedía, quería chuparme el culo también. Todas aquellas expresiones de deseo y lujuria hicieron que me excitara aún bajo la ducha. Cerré la llave de la ducha y comencé a enjabonarlo desde la cabeza hasta los pies. José disfrutaba del agua que corría por sus cabellos y se deslizaba por todo el cuerpo hasta depositarse en el piso del baño. Yo masajeaba sus músculos, su pecho, enjaboné sus genitales y repasé sus piernas. Le pedí que se diera vuelta para terminar con su espalda. A todo esto yo estaba empapado como él. En un descuido se me resbaló la pastilla de jabón la que fue a parar detrás mío luego de varios rebotes en las paredes y piso del lugar. Me di vuelta para recogerlo, y allí José -quien había retirado la espuma de sus ojos para ver qué había sucedido, alertado por el ruido que provocó la caída de la jaboneta- aprovechando la erección de su pene, apoyó su cuerpo contra el mío y me lo introdujo de una en mi culo.

     La humedad reinante en el ambiente y en mi cuerpo fue lo que hizo que no sintiera dolor con aquel embate de José, facilitado por la forma de cono que tiene su pene, grueso en su base y en punta su cabeza.


Yo permanecí por unos instantes en aquella posición, con las manos casi tocando el piso del baño. Le permití que diera unas cuantas bombeadas y luego me erguí. Él dijo que gozaba mucho todo lo que yo hacía. Lo enjuagué y salimos del receptáculo de la ducha para secar nuestros cuerpos. Primero lo hice yo y luego le tocó a él. Se veía exultante y alegre. Su verga, regordeta, mediría unos doce centímetros de largo, con su cabeza apenas cubierta por una suave piel de color rosado pálido, con un agujero importante en su glande. Sus huevos estaban contenidos en un escroto poblado de vellos color castaño claro; se percibían rellenos y calientes.

     Una vez finalizado el secado de nuestros cuerpos, me incliné para besar su polla y nos dirigimos al dormitorio. Allí José se recostó sobre la cama en sentido contrario a ésta y me pidió que yo lo hiciera correctamente para formar un 69. Me acomodé de tal manera que mis asentaderas estuvieron a la altura de su cara, con mi verga y huevos en su pecho, y comencé a mamar su polla. Como no era demasiado larga, la pude contener dentro de mi boca, sintiéndola pulposa y a la vez rígida, derecha como una pirámide. José comenzó a lamer mi culo con su lengua, luego me la introdujo colocándola en forma de estilete. Aquello me producía un placer indescriptible. Yo movía mi trasero en círculos. luego de un lado hacia el otro, mientras José lo seguía con su cabeza para no dejar de penetrar mi culo con su lengua. Yo refregaba mi nariz y mentón con sus huevos, lamía su escroto, succionaba uno por uno sus turgentes huevos y regresaba subiendo por el tronco de su verga hasta la cabeza lubricada. Con mi lengua recorría la cornisa de su polla una y otra vez y luego me la introducía completamente en mi boca hasta la garganta. allí la retenía por un tiempo a la vez que mi lengua la envolvía y masajeaba en todo su entorno. José retiró un poco su lengua de mi culo y con ambas manos -haciendo presión sobre mis nalgas- me cojió con su lengua poniéndola en posición de u. Yo creí que iba a desfallecer de placer. Como él se dio cuenta que me gustaba lo que hacía, agregó su dedo medio, el más largo. Mientras con su lengua lamía el contorno de mi culo, su dedo se perdía en la profundidad de éste. A esa altura yo ya lo cabalgaba. Pocas personas me habían provocado tanto placer en aquella maniobra.

     Por fin le pedí a José que me penetrara. Hizo ponerme en cuatro patas y sin lubricar con saliva, de una sola embestida su polla entró en mi culo como una daga. Allí supe de su grosor. Me gustaba y comenzaba a estremecerme al tiempo que José tomó mi verga entre sus manos y comenzó a masturbarme mientras me cabalgaba. Como podía yo lo acariciaba echando mis brazos y manos hacia atrás, y empujaba su cuerpo contra el mío pretendiendo fundir ambos.

     Luego de un rato de penetración en aquella posición, me pidió que me acostara boca arriba. Elevó mis piernas por sobre mi cabeza y cuerpo. Mi culo quedó expuesto en dirección a su polla. Sin soltar mis tobillos acomodó la punta de su polla en mi culo y me penetró. En la posición de "patitas al hombro" hay muchas más posibilidades de apertura de pelvis, por lo tanto más posibilidades de ir más al fondo del culo con la verga. Así lo hizo José.

     Una vez dentro se recostó sobre mi cuerpo y nos besamos ardientemente. Su boca era ancha, con unos labios gruesos y carnosos (*). Me absorbía por completo en cada succión; me comía literalmente mi boca. De vez en cuando le pedía que sacara su lengua para chupársela frenéticamente. Su aliento tenía un sabor agridulce, propio del alcohol ingerido, pero era tal la calentura que me provocaba José que nada impidió continuar abrazado a él y comerlo a besos.

     Le pregunté: "¿Ya vas a venirte?" José replicó que lo haría cuando ambos termináramos de gozarnos plenamente.

     Cambiamos otra vez de posición. Esta vez me recostó sobre mi flanco derecho elevando mi pierna izquierda. José, ubicado detrás mío, se puso a la altura de mi culo e introdujo su verga una vez más dentro de mi culo. Sus embestidas eran parejas y profundas. Yo quería que ese momento no terminase nunca. Allí, en ese instante, en la posición "cucharita", José volvió a tomar mi polla para masturbarme; le advertí que lo hiciera de manera cautelosa pues presentía que ya me venía. La pelvis de José se estrellaba con ritmo constante en mi culo. Su verga entraba y salía fácilmente por la lubricación que mi culo había logrado con tanta calentura.

     Faltaba una posición más. Ésta fue elegida por José. Me puso boca abajo, me abrió las piernas, introdujo su verga en mi culo y se acostó sobre mi espalda. Yo me aferré a sus anchas y fuertes piernas y lo acompañaba en cada arremetida. Le dije que me gustaría que él se viniera en aquella posición para escuchar sus jadeos y poder besarlo al mismo tiempo girando mi torso y cabeza.

     Me dijo que yo le avisara cuando yo quisiera que él se viniese. Me dispuse a disfrutar de cada embestida contra mi culo. Su verga se mantenía rígida y no perdió en ningún momento su firmeza. Este hecho me hacía sentir bien, puesto que no habría sucedido si hubiera estado muy afectado por el alcohol.

     Entrelazamos nuestras manos. José lamía mi cuello sin perder nunca el ritmo. Eso era cojer con gusto y placer. "Ya puedo venirme", me susurró en mi oreja izquierda. Yo solté una de sus manos para tomar mi verga porque sentía que ya me estaba viniendo y no quería manchar demasiado las sábanas y el colchón.

     "Vamos juntos", le dije. José apuró sus embestidas mientras yo hacía ingentes esfuerzos para que mi verga no se escapara de mi mano. Al demorarse un poco mi compañero, yo me vine. Me sacudieron varios espasmos que hicieron que lanzase mi esperma contra la palma de mi mano aprisionada bajo mi panza.

     Al parecer mis espasmos excitaron aún más a José quien con un suspiro profundo me mordió la oreja al tiempo que comenzaba a depositar su leche caliente en lo profundo de mi culo. Ambos estábamos viniéndonos. Yo me movía para que los espasmos continuaran y se prolongara el momento de éxtasis. José hizo lo propio con sus continuos movimientos de penetración, buscando expeler la última gota de su semen. Poco a poco fuimos calmándonos y recobrando el aliento.

     José, casi agotado, permaneció recostado sobre mi espalda con su cabeza apoyada sobre mi nuca. Lo sentí relajado y exhausto. Su verga iba perdiendo su firmeza. Le pedí que la sacara y la volviera a introducir en varias ocasiones. En aquel estado, la sensación de cosquilleo me producía mucho placer e hizo que yo pudiera arrojar sobre mi mano ya empapada en semen las últimas gotas de éste, las que fueron a depositarse sobre la arrugada sábana.

     Nos incorporamos, nos duchamos, secamos y vestimos. José vaticinó un próximo encuentro cuando se volvieran a repetir las condiciones en que ocurrió éste.

Hasta la próxima!

Eros Garoto

(*) Las facciones de José se asemejan en mucho a la de un oriental: cabeza redonda, grande, ojos pequeños rasgados, nariz chata y pómulos salientes.

Ilustración: Gay Pepper



(En portugués)

O "orientalito"

Naquela manhã, eu estava voltando de uma papelada no centro da cidade. Quase chegando à minha casa, me vejo cara a cara com um menino que conheci meses atrás em um encontro ocasional em um estabelecimento sanitário. Naquela ocasião, ele esperou para ser tratado - junto com sua esposa e filho - por um profissional do hospital.

     Quase sem parar, ele me perguntou se eu poderia ir para minha casa naquele momento. Eu disse sim. Dentro de alguns minutos ele entrou na minha casa.

     José - o nome desse cara - era bastante "feliz". Ele me confessou que passara a noite com seus amigos, bebendo muito vinho e se divertindo à sua própria maneira, porque sua esposa tinha ido trabalhar em uma cidade vizinha no dia anterior. Então ele aproveitou a oportunidade para fazer uso da liberdade que ele desfrutava em seu celibato.

     Como eu realmente não gosto de fazer sexo com uma pessoa que cheira a álcool, muito menos tabaco, eu o convidei para tomar um banho, esperando que os minutos que poderiam passar sob a chuva de água fresca melhorariam muito sua condição. . De qualquer forma, ele parecia bem consciente do que estava fazendo.

     Sem perder tempo, tirou a roupa, despiu-se completamente e colocou-se debaixo do chuveiro. Uma vez dentro, entrei no mesmo quarto e comecei a ensaboá-lo. Lá, José me disse que ele queria vir me visitar por um longo tempo, mas os compromissos familiares o impediram de fazê-lo; Finalmente chegou o momento em que sua esposa estava ausente e ele se aproveitou disso.

     José é de baixa estatura, com esforço chegaria a sessenta e cinco metros, de constituição robusta, típico de um boxeador, com ombros largos, musculatura completa, de acordo com uma pessoa que realiza trabalhos pesados, braços fortes e pernas firmes como colunas. Lampiño no corpo e peludo em sua pélvis e pernas. Seus mamilos eram grandes auréolas roxas pontiagudas que me faziam querer chupá-las.

     Meu visitante me disse que ele realmente queria estar comigo. Eu queria foder e, se eu concordasse, eu queria chupar minha bunda também. Todas aquelas expressões de desejo e luxúria me excitaram mesmo debaixo do chuveiro. Fechei a chave do chuveiro e comecei a ensaboá-lo da cabeça aos pés. José aproveitou a água que corria pelos cabelos e deslizou por todo o corpo até se acomodar no chão do banheiro. Eu massageava seus músculos, seu peito, ensaboei seus genitais e passei por suas pernas. Pedi-lhe para se virar para terminar de costas. Para tudo isso eu estava encharcado como ele. Em um descuido, eu coloquei o sabonete que ficou atrás de mim depois de vários saltos nas paredes e no chão do lugar. Virei-me para pegá-lo, e lá José, que tirou a espuma dos olhos para ver o que havia acontecido, alertado pelo barulho que causou a queda da saboneteira aproveitando a ereção de seu pênis, encostou seu corpo contra o meu e Eu coloquei um na minha bunda.

     A umidade que predominava no ambiente e no meu corpo era o que fazia com que ele não sentisse dor com aquele empurrão do José, facilitado pela forma do cone do pênis, grosso na base e com a cabeça inclinada.

     Fiquei por um momento naquela posição, com as mãos quase tocando o chão do banheiro. Eu permiti que ele desse alguns bombeados e então me levantei. Ele disse que gostou de tudo que eu fiz. Lavei e deixei o chuveiro para secar nossos corpos. Primeiro eu fiz e depois foi ele. Ele parecia exultante e alegre. Seu pênis, rechonchudo, teria cerca de doze centímetros de comprimento, com a cabeça mal coberta por uma pele rosa pálida e macia, com um importante buraco em sua glande. Seus ovos estavam contidos em um escroto cheio de cabelos castanhos claros; Eles se sentiram recheados e quentes.

Uma vez que a secagem de nossos corpos estava terminada, eu me abaixei para beijar seu pênis e me dirigi para o quarto. Há Joseph sentou-se na cama no sentido oposto a ele e pediu-me para fazê-lo corretamente para formar um 69. Eu estabeleci-me para que minhas nádegas foram até o rosto com meu pau e ovos em seu peito, e eu comecei a chupar o pau dele. Como não demorou muito, pude segurá-lo dentro da boca, sentindo-o polido e ao mesmo tempo rígido, reto como uma pirâmide. José começou a lamber minha bunda com a língua, depois a introduziu para mim, colocando-a na forma de um estilete. Isso me deu um prazer indescritível. Eu movi minha bunda em círculos. então de um lado para o outro, enquanto José o seguiu com a cabeça para não penetrar na minha bunda com a língua. Esfreguei meu nariz e queixo com seus ovos, lambi seu escroto, chupei um a um seus ovos e voltei pelo tronco de seu pênis até a cabeça lubrificada. Com a minha língua eu tracei a cornija de seu pênis uma e outra vez e depois coloquei-o completamente na minha boca até a minha garganta. Eu a segurei lá por um tempo ao mesmo tempo em que minha língua a envolveu e massageou ao redor dela. José puxou sua língua um pouco da minha bunda e com as duas mãos - pressionando a pressão nas minhas nádegas - ele me agarrou com a língua, colocando-a na posição de você. Eu pensei que ia desmaiar de prazer. Quando percebeu que eu gostava do que estava fazendo, acrescentou o dedo médio, o mais comprido. Enquanto sua língua lambia o contorno da minha bunda, seu dedo estava perdido na profundidade dele. Nesse momento eu já o montei. Poucas pessoas me deram tanto prazer nessa manobra.

     Finalmente pedi a José que me penetrasse. Ele me colocou em quatro pernas e sem lubrificar com saliva, com um impulso seu pênis entrou na minha bunda como um punhal. Lá eu aprendi sobre sua espessura. Eu gostei e comecei a estremecer quando José pegou meu pau em suas mãos e começou a se masturbar enquanto eu cavalgava. Como pude, acariciei-o jogando meus braços e mãos para trás e empurrei seu corpo contra o meu, fingindo derreter ambos.

     Depois de um tempo de penetração nessa posição, ele me pediu para deitar de costas. Ele levantou minhas pernas sobre minha cabeça e corpo. Minha bunda foi exposta na direção do seu pênis. Sem soltar meus tornozelos, acomodou a ponta do seu pau na minha bunda e me penetrou. Na posição de "pernas no ombro", há muito mais possibilidades de abrir a pélvis, portanto, mais possibilidades de ir mais para o fundo da bunda com o pênis. Isto é o que José fez.

     Uma vez lá dentro, ele se inclinou no meu corpo e nos beijamos calorosamente. Sua boca era larga, com lábios grossos e cheios (*). Eu absorvi completamente cada sucção; Eu literalmente comi minha boca. De vez em quando ele pedia a ela para tirar a língua para chupá-la freneticamente. Sua respiração tinha um gosto amargo, típico de álcool ingerido, mas foi uma febre tão grande que Joseph me causou que nada o impediu de continuar a abraçá-lo e comê-lo de beijos.

     Eu perguntei a ele: "Você vai vir?" José respondeu que ele faria isso quando nós dois terminamos de nos divertir completamente.

     Nós mudamos de posição novamente. Desta vez ele me deitou no meu flanco direito levantando minha perna esquerda. Jose, localizado atrás de mim, levantou-se para minha bunda e introduziu seu pênis mais uma vez na minha bunda. Seus impulsos eram uniformes e profundos. Eu queria que aquele momento nunca acabasse. Lá, naquele momento, na posição de "colher de chá", José novamente pegou meu pau para me masturbar; Eu o avisei para fazê-lo com cautela porque senti que estava chegando. A pélvis de José caiu com ritmo constante na minha bunda. Seu pau veio e foi facilmente pela lubrificação que minha bunda tinha conseguido com tanta febre.

     Havia mais uma posição em falta. Este foi escolhido por José. Ele me virou de cabeça para baixo, abriu minhas pernas, colocou seu pau na minha bunda e deitou de costas. Agarrei-me às pernas largas e fortes dele e acompanhei-o a cada ataque. Eu disse a ele que gostaria que ele viesse naquela posição para ouvir seus suspiros e poder beijá-lo enquanto girava meu tronco e minha cabeça.

     Ele me disse para avisá-lo quando eu quisesse que ele viesse. Eu me preparei para aproveitar cada ataque contra minha bunda. Seu pênis permaneceu rígido e ele nunca perdeu sua firmeza. Esse fato me fez sentir bem, já que isso não teria acontecido se eu tivesse sido muito afetado pelo álcool.

Nós entrelaçamos nossas mãos. José lambeu meu pescoço sem perder o ritmo. Isso foi foda com prazer e prazer. "Eu posso ir", ele sussurrou no meu ouvido esquerdo. Eu soltei uma das mãos dele para pegar meu pau porque senti que estava chegando e não queria manchar os lençóis e o colchão demais.

     "Vamos juntos", eu disse. José exauriu suas investidas enquanto eu fazia enormes esforços para que meu pau não escapasse da minha mão. Quando meu parceiro atrasou um pouco, eu vim. Eu balancei vários espasmos que me fizeram jogar meu esperma contra a palma da minha mão presa sob a minha barriga.


Aparentemente, meus espasmos excitaram ainda mais Joseph, que com um suspiro profundo mordeu minha orelha quando ele começou a depositar seu leite quente no fundo da minha bunda. Nós dois estávamos vindo. Eu me movi para que os espasmos continuassem e o momento de êxtase continuasse. José fez o mesmo com seus contínuos movimentos de penetração, procurando expulsar a última gota de seu sêmen. Pouco a pouco, nos acalmamos e recuperamos o fôlego.

     José, quase exausto, permaneceu encostado nas minhas costas com a cabeça apoiada no meu pescoço. Eu me senti relaxada e exausta. Seu pênis estava perdendo sua firmeza. Pedi-lhe para retirá-lo e reintroduzi-lo várias vezes. Nesse estado, a sensação de cócegas me dava muito prazer e fazia com que eu pudesse jogar na minha mão já encharcada no sêmen as últimas gotas dela, que seriam depositadas no lençol enrugado.

     Nós nos levantamos, tomamos banho, secamos e nos vestimos. José previu uma reunião futura quando as condições em que isso ocorreu novamente foram repetidas.

Até a próxima!

Eros Garoto

(*) As feições de José são muito parecidas com as de um oriental: cabeça redonda, grandes olhos pequenos, nariz chato e maçãs do rosto salientes.

Ilustração:  Gay Pepper


Comentarios

Entradas populares